Este lunes 12 de abril se cumplen tres décadas desde el estreno de ‘Eduardo Manostijeras’, ese precioso cuento de Navidad que puso el nombre de Tim Burton en boca de todos. Era una película atípica, que chocaba de frente con el esquema del cine romántico de los años 80, década recién cerrada, con cintas como ‘Dirty Dancing’, ‘Memorias de África’, ‘Flashdance’, ‘La princesa prometida’ o ‘El año que vivimos peligrosamente’. El largometraje, protagonizado por unos jovencísimos Johnny Depp y Winona Ryder, contaba la historia de un tímido e inadaptado joven fabricado artificialmente por un inventor exiliado que en vez de manos tiene tijeras. Este será acogido por una vendedora de cosméticos y su familia, y se acabará enamorando de la hija mayor del matrimonio.
La historia, pese al aura romántica y la extraordinaria banda sonora que acompaña a la película, no podría ser más rocambolesca y, hasta cierto punto, oscura. Sin embargo, sentó un precedente. El de que no hacía falta ser guapísimos, perfectos y populares (véanse los ejemplos antes mencionados) para poder protagonizar una historia de cine romántico. Un año después se estrenaron ‘Mi Idaho privado’ y ‘La bella y la bestia’, con un mensaje similar. Porque ‘Eduardo Manostijeras’ logró abrir una caja de Pandora que desde entonces nos ha regalado algunas de las historias de amor más recordadas de estos treinta años, desde ‘Shrek’ o ‘Wall-E’ hasta películas más adultas como ‘La forma del agua’ o ‘Her’.
La película abrió una caja de Pandora que nos ha regalado algunas de las historias de amor más recordadas de estos treinta años
La anti-convencionalidad del amor se ha acabado convirtiendo en una de las banderas del cine independiente norteamericano, y para prueba películas como ‘La novia cadáver’, ‘Lars y una chica de verdad’ o ‘A Ghost Story’. De alguna manera también sirvió como precedente de las historias de vampiros y muertos vivientes, que aunque han sido exploradas a lo largo de toda la historia del cine y la literatura, su punto de vista romántico-adolescente y su target joven no llegaron hasta estos últimos años, con propuestas como ‘Crepúsculo’ y sus secuelas, ‘Solo los amantes sobreviven’ o ‘Memorias de un zombie adolescente’.
Irrupción en Occidente
Aunque el anime como género de animación ya estaba más que asentado en Japón, es sobre todo en la época de los 80 y 90 cuando llega a Occidente. Los animes más conocidos van desde los más infantiles, como Doraemon o Heidi hasta Dragon Ball o Pokémon.
Sin embargo, también podemos encontrar historias de amor que no se ajustan a los cánones. El folclore japonés es muy rico en lo que se refiere a dioses, demonios y otros entes. Por tanto, ¿os parecería muy loco un romance entre una chica de 15 años y un espíritu que vive en el cuarto de baño de su instituto? Eso es lo que nos plantea ‘Jibaku Shonen Hanako-kun’.
¿Os parecería muy loco un romance entre una chica de 15 años y un espíritu que vive en el cuarto de baño de su instituto?
Nene es una estudiante de 15 años que se ve convertida en la asistente de uno de los siete misterios (espíritus) de su escuela, Hanako. Aunque Nene siempre ha querido un novio apuesto, poco a poco comenzamos a ver como empieza a desarrollar sentimientos por Hanako, lo cual le hace tener ciertos conflictos consigo misma, ya que Hanako, al fin y al cabo, está muerto.
Otro ejemplo de estas historias surrealistas lo encontramos en ‘Kakuriyo no Yadomeshi’. Aoi es una chica universitaria que heredó de su abuelo la capacidad de ver espíritus, por lo que convive con ello día a día. Si esto de por sí no fuese poco, un día, el dios ogro Odanna la secuestra y le dice que ella debe casarse con él para así reparar la deuda que su abuelo dejó en el Mundo Oculto, lugar donde residen estos dioses. Sin embargo, ella negocia con Odanna y acuerda trabajar en la posada que él regenta, para así saldar esa deuda, aunque con el tiempo irá cogiéndole cariño.
Historias de amor extravagantes
Al igual que Eduardo Manostijeras sentó un precedente en el cine convencional, el nacimiento de internet propició que comunidades que ya existían crecieran como la espuma, como lo es la comunidad furry. Este término se basa en la idea de que animales antropomórficos sean los personajes de una historia. ‘Beastars’ ha supuesto todo un boom en este género, planteando una historia de amor “prohibida” entre el lobo Legoshi y la coneja Haru.
‘Beastars’ ha supuesto todo un boom en este género
Y es que el universo donde se desarrolla esta historia plantea una sociedad civilizada con una división cultural de carnívoros y herbívoros (algo similar a la película ‘Zootróplis’). En este mundo, las parejas mixtas no son bien vista, y además, Legoshi batalla constantemente entre su instinto de depredador y sus sentimientos por Haru.
Con información de Pablo Amigo
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